21 marzo, 2012

Por una Andalucía sin caciquismo y sin odio

La izquierda desde los pasados noventa ha avivado el recuerdo del antiguo régimen para intentar mantener el poder, desesperado intento de frenar su evidente descrédito, a causa del apego a los privilegios y de su rampante corrupción. Se puede constatar que con tanto hablar del general Franco, han acabado imitando sus métodos. El escándalo de los cientos de millones burlados a los andaluces para regalarlos a amiguetes del partido, me ha hecho recordar la denuncia del profesor universitario Francisco Núñez Roldán (Diario de Sevilla 2 de agosto 2010, p. 5), un docente honrado y amigo de la verdad, que concluía con una acusación preocupante: “los viejos tiempos (el franquismo) no han vuelto. Simplemente no se han ido”.

La fuga de cerebros, por ejemplo, -sostuvo Núñez Roldán- fue una realidad del franquismo que ha vuelto también por obra de políticos que se dicen socialistas. En el verano de 2010, con la excusa de la crisis, la Consejería de Innovación dio instrucciones a los rectorados de las universidades andaluzas para que no se contratase como profesores a aquellos jóvenes de mayor capacidad y excelencia demostrada que, habiendo finalizado su beca de investigación predoctoral, quisieran acceder a un contrato laboral estable (poco más de 1.300 euros al mes). El resultado es que muchos de ellos optaron por irse a EEUU, cuyo Gobierno no ha invertido ni un dólar en su formación, aunque está dispuesto a ofrecerles lo que piden: magníficas condiciones de trabajo en sus universidades y reconocimiento intelectual, social y político. Mientras a sus jóvenes del partido o a sus allegados y familiares los contratan para ocupar un puesto de trabajo, sin tantas formalidades.

La mejor manera de combatir los efectos políticos y electorales de esta realidad es negándola o ignorándola desde los medios oficiales con mucha propaganda, es decir, con mucha mentira o distrayendo a la opinión pública con viejos recursos, mucho fútbol, mucha copla y subvenciones por doquier. Invito a leer -decía Núñez Roldán- las opiniones de la izquierda oficial en revistas antifranquistas tan prestigiosas como Triunfo o Cuadernos para el Diálogo para probar hasta qué punto se acusaba al régimen anterior de utilizar esos dos opios del pueblo distrayendo su atención de los males del país, el peor de los cuales era la falta de libertad. Pues bien, aquellos que tanto protestaban por las consecuencias anestésicas del fútbol, de la charanga y de la pandereta, son ahora los entusiastas promotores de esos espectáculos.

Las coincidencias, además, se extienden a otros ámbitos: la corrupción de la ‘casta’ próxima al ‘régimen’, cierta censura, empresas y ciudadanos a los que el poder margina de concursos y subvenciones por causa de sus ideas, el creciente deseo de libertad en los sectores más cultos y concienciados de la sociedad, el afán de prohibir y la desatención que sufren agricultores y cualesquiera emprendedores…

Encima, el anacrónico laicismo agresivo. Como el desplegado por el Sr. Rubalcaba, al parecer deseoso de hacer de Celestina entre el PP y la Conferencia Episcopal. Una nueva mentira de las suyas, porque el PP como tal nunca ha ido a una manifestación con la CEE que, como tal, jamás ha convocado, porque han sido grupos seglares. Y más mentira decir que la pareja natural del PSOE -haga lo que haga- sean los sindicatos. Al menos en la época de M. Camacho y N. Redondo fueron más libres. Un Sr. Rubalcaba empeñado en atacar unos acuerdos internacionales entre España y la Santa Sede plenamente constitucionales, y tan defendibles que ni siquiera el Sr. Rodríguez Zapatero tuvo excusa para acometer.

Hoy, el comportamiento individual, la solidaridad en la familia y con las víctimas de la crisis, además de la densidad de la vida intraeclesial, evidencia que existe una correspondencia directamente proporcional de la integridad personal con las propias convicciones religiosas. Tal vez podrían reflexionar los laicistas beligerantes sobre otro hecho. En los centros educativos se suelen mezclar alumnos de religión y de alternativa, para obtener unas clases más homogéneas. Recuerdo que si se hacían grupos de solo ética, eran -normalmente- menos trabajadores y de peor comportamiento. Basta observar la actuación de los participantes en la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid 2011, a diferencia de la de sus agresores, idéntica a la de ciertos chicos valencianos…

Hoy no cabe identificar a la Iglesia con un único partido. La Iglesia ha sido colaboradora y crítica con todos los Gobiernos, también con el PP. Solo hay que recordar el enfado del Sr. Rajoy porque la Iglesia no se sumó a cierta medida, entendiendo que la Iglesia no pintaba nada en un acuerdo meramente político. Hay autoridades del PP con una actitud modélica, que cooperan desde la aconfesionalidad, y otras que jamás mueven un dedo para apoyar la vida católica, ni siquiera en lo más común con otros grupos. Aunque es cierto que en el PP hay menos personas llenas de prejuicios hostiles. La Sra. de la Vega, Francisco Vázquez y tantos otros socialistas han procurado convivir con la Iglesia. Bien llevados por su fe, o bien por buen hacer político, pero sin agresiones gratuitas.

En Andalucía, como en toda España, queremos salir de la crisis, sin ser el coto de ningún partido. No queremos odios. Que lo sepa esa concejala que desearía que hubiera habido más curas muertos en el 36. Ya vemos lo que cada uno aporta. Al menos, no promuevan el arcaísmo.

Francisco Escámez